CLUB DE LECTURA 10 DE DICIEMBRE (M. ÁNGELES). "Las huellas del silencio", de John Boyne
UN LIBRO QUE SE PRESTA AL DEBATE. CON EL SILENCIO APOYAMOS LO QUE OCURRE A NUESTRO ALREDEDOR
Resumen de la editorial: Irlanda, 1970. Tras una tragedia familiar y debido al súbito fervor religioso de su doliente madre, Odran Yates se ve obligado a ordenarse sacerdote, por lo que, a los 17 años, entra en el seminario de Clonliffe aceptando la vocación que otros han escogido para él. Cuatro décadas después, la devoción de Odran se resquebraja por las revelaciones que están destruyendo la fe del pueblo irlandés a partir de un escándalo de abusos sexuales. Muchos de sus compañeros sacerdotes acaban encarcelados, y las vidas de los jóvenes feligreses, destruidas. Cuando un evento familiar reabre las heridas del pasado, Odran se ve obligado a enfrentarse a los demonios desatados en el seno de la Iglesia y a reconocer su complicidad en esos hechos.
Una bonita y poderosa historia con un muy acertado título.
Estilo sobrio, reflexivo. No hay sensacionalismo: el autor evita los detalles escabrosos excesivos, se apoya más en lo que se insinúa, lo que permanece en silencio, lo que no se dice. Esto refuerza el impacto emocional.
Odran es un protagonista complejo, con contradicciones: su fe, sus dudas, su pasividad, su culpa, su indiferencia en ciertos momentos (por qué no va a la policía), es demasiado ingenuo, demasiado pasivo, no suficientemente activo para transformar los eventos. Esa actitud puede hacer que resulte difícil empatizar con él. Concretamente ese es mi caso, aunque algunos opinan que lo hace más humano.
No solo es una novela personal, sino también un comentario sobre la estructura de poder, cómo instituciones y personas pueden favorecer o encubrir el mal, y las consecuencias a largo plazo. ¿Hay que salvar a la Iglesia por encima de todo? Un gran debate.
A pesar de lo pesado del tema, es una narrativa bastante accesible; engancha.
Debido al estilo sobrio y al uso de silencios, algunos sienten que falta “la emoción directa”, o que algunos conflictos podrían haber explotado emocionalmente más. Por ejemplo, en el debate del club, Ángel se "enfada" por no abordar más a fondo un tema tan escabroso.
La novela no acaba siendo reconfortante. Parte del encanto del libro es precisamente esa honestidad con lo doloroso. Duele, pesa, no podemos mirar para otro lado y nos damos cuenta que lo hacemos. Sin embargo, engancha y considero que es un libro que, al no dejar indiferente, es digno de ser leído.
¿Dios existe y permite todo esto?
Se comenta que quizás la culpa es del celibato, esa represión a la sexualidad puede ser la base y el fondo del mal que la historia nos trae.
Otra cosa muy comentada y que originó un intenso debate, es que no se tiene en cuenta a las víctimas, no se habla de ellas. Logra articular un tema complejo con dignidad literaria, sin sensacionalismos, pero sin también esquivar lo que duele. Su valor está en cómo obliga al lector a no mirar a las víctimas, sino a los silencios, a las culpas pasadas, a la complicidad institucional, y lo hace con una historia humana, no solo con teoría y demagogia fácil.
Un buena tarde de club, con un intenso (en todos los sentidos) debate sobre un libro duro que uno recuerda después de terminado durante mucho tiempo, porque deja preguntas difíciles que no se resuelven de forma simplista. Eso lo hace un gran libro, del que se habla, se piensa, se comenta, después de acabarlo.
Art. 8 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos: Toda persona tiene derecho a un recurso efectivo ante los tribunales nacionales competentes, que la ampare contra actos que violen sus derechos fundamentales reconocidos por la constitución o por la ley.
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